Dear Brothers and Sisters in Christ,
In
their joint statement marking National Migration Week (Jan. 8-14),
USCCB President Cardinal Daniel DiNardo and Vice-President Archbishop
José H. Gomez offer a poignant and timely invitation to reflect, with
gratitude, on the innumerable ways immigrants and refugees have
contributed to our Church and our country.
They write, "[W]e are
invited to create a culture of encounter where citizens old and new,
alongside immigrants recent and longstanding, can share with one another
their hopes for a better life." They remind us of the fact that even
the Holy Family of Jesus, Mary and Joseph experienced life as refugees.
Here
in the Catholic Diocese of Arlington, we have a long held tradition of welcoming
refugees and immigrants. Mindful of our Catholic teaching on the
dignity of every human person, we can look back with gratitude on the
many ways our parishes have welcomed the stranger-as Christ himself-over
the decades. We are taking to heart the words of Sacred Scripture, "Do
not neglect hospitality, for through it some have unknowingly
entertained angels" (Heb. 13:2).
In the recent history of our
own families, most of us can recall experiences of dire economic
conditions, immigration, religious persecution, fear, and intolerance.
This week I join my brother bishops in encouraging all to reflect
prayerfully on the witness of these lives.
Our prayer is rooted
in Jesus, who himself was a refugee. Moreover, during his earthly
ministry, Jesus was an itinerant, moving from one place to another as he
preached, healed and proclaimed the Good News. As we reflect this week
on the immigrants and refugees in our communities and beyond, may we
more clearly see that in the faces of these men, women and children, we
are invited to see not strangers, but Jesus. If we have been slow to
introduce ourselves to a new immigrant or refugee neighbor, this week
would be a fitting time to take the first step. If the needs of
immigrants and refugees are not already part of our daily life of
prayer, bring these families before the Lord. Lastly, it is only
fitting that each of us should offer a prayer of thanksgiving for our
great national heritage of welcoming the newcomer.
Sincerely in Christ,
Bishop Burbidge
En espanol:
Mensaje de Monseñor Michael
Burbidge, Obispo de Arlington, con motivo de la celebración de la Semana
Nacional de la Migración (del 8 al 14 de enero)
8 de enero de 2017
Estimados hermanos y hermanas en Cristo:
En su declaración conjunta con
motivo de la celebración de la Semana Nacional de la Migración (del 8
al 14 de enero), el Cardenal Daniel DiNardo, Presidente de la
Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), y el
Arzobispo José H. Gómez, Vicepresidente de la USCCB, hicieron una
emotiva y oportuna invitación a reflexionar con gratitud sobre las
muchas formas en que los inmigrantes y los refugiados han contribuido a
nuestra Iglesia y a nuestra nación.
En sus propias palabras,
"estamos invitados a crear una cultura de encuentro donde los ciudadanos
viejos y nuevos, junto a los inmigrantes recientes y de hace mucho
tiempo, pueden compartir uno con el otro sus esperanzas de una vida
mejor". Ellos nos recuerdan que Jesús, María y José experimentaron la
vida como refugiados.
Aquí en la Diócesis de Arlington, tenemos
una antigua tradición de acoger a los refugiados e inmigrantes.
Conscientes de nuestra enseñanza católica sobre la dignidad de toda
persona humana, podemos recordar con gratitud las muchas formas en que
nuestras parroquias han acogido a los extranjeros-como el propio
Cristo-con el transcurso de los años. Tomamos en serio las palabras de
la Sagrada Escritura, "no se olviden de practicar la hospitalidad, ya
que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles"
(Hebreos 13:2).
En la historia reciente de nuestras propias
familias, la mayoría de nosotros puede recordar experiencias de
precarias condiciones económicas, inmigración, persecución religiosa,
temor e intolerancia. Esta semana, me uno a mis hermanos obispos para
animarlos a todos ustedes a reflexionar, en espíritu de oración, sobre
el testimonio de esas vidas.
Nuestra oración está arraigada en
Jesús, que fue refugiado. Además, durante su ministerio en la Tierra,
Jesús fue una persona itinerante, que se desplazaba de un lugar a otro
mientras predicaba, sanaba y proclamaba la Buena Nueva. Al reflexionar
esta semana sobre los inmigrantes y refugiados en nuestras comunidades y
más allá de sus límites, pidamos a Dios que nos permita ver más
claramente que en el rostro de esos hombres, mujeres y niños, se nos
invita no a ver a extraños sino a ver a Jesús. Si nos hemos demorado en
presentarnos a un nuevo vecino inmigrante o refugiado, esta semana sería
una época apropiada para dar el primer paso. Si las necesidades de los
inmigrantes y refugiados todavía no son parte de nuestra vida diaria de
oración, lleven a esas familias a la presencia del Señor. Por último, es
justo que cada uno de nosotros ofrezca una oración de acción de gracias
por nuestra vasta diversidad y por la unidad de que gozamos como
miembros de la sagrada familia de Dios.
Atentamente en Cristo,
Monseñor Michael Burbidge
Obispo de Arlington